martes, 6 de octubre de 2009

Asfixia



En esta ocasión no dio un portazo. Se detuvo unos instantes en el rellano, respiró hondo y empezó a caminar. Detrás de aquella puerta dejaba lo que fue o había sido su única vida, la que él no había elegido vivir. Todo lo que albergaba bajo esas cuatro paredes le había extenuado, le había asfixiado hasta tal punto que el vivir se había convertido en un esfuerzo diario, en un enfrentamiento consigo mismo, en una búsqueda continua de justificación para levantarse cada mañana.
“Es la decisión justa” –se iba diciendo. “Es lo mejor para todos” –continuaba pensando. Mientras caminaba, su rostro reflejaba una serenidad que nunca había experimentado y al mismo tiempo que sus pasos avanzaban hacia la Estación Central, sus pensamientos volaban a velocidades prohibidas, viajando hacia los placeres de una nueva vida.