domingo, 1 de marzo de 2009

El brillo perdido



Son las cinco de la mañana. Gloria apaga el despertador de un manotazo. Es la segunda vez esta semana que lo tira al suelo. Mientras lo recoge, recapacita y decide tener más cuidado, romper el despertador no es una solución a sus problemas, todo lo contrario, tendría que comprar uno nuevo y actualmente a duras penas llega a fin de mes.

En el camino hacia el cuarto de baño, va recogiendo la ropa de sus hijos abandonada por el suelo de la habitación. Resignada, coge aire y se muerde la lengua para no soltar un taco.

Mientras se está lavando los dientes, se mira al espejo y contempla ese rostro envejecido, esas ojeras enormes y esos ojos que perdieron el brillo en el momento que perdió la ilusión de vivir.

Gloria tiene tres hijos a su cargo, Laura de seis años, Juan de nueve y Andrés de quince. Los dos más pequeños son de Javier, un delincuente nato y una mala persona. Solo le dio disgustos desde que le conoció, se pasaba el tiempo entrando y saliendo de la cárcel. En un atraco a un banco el guardia de seguridad le disparó y acertó de pleno. Todavía lo está celebrando Gloria. Las palizas a ella y a su hijo Andrés eran frecuentes. Si no hubiese acabado con su vida el guardia de seguridad, lo habría hecho ella. En más de una ocasión estuvo tentada de tirarle por el balcón cuando llegaba borracho como una cuba y no se tenía apenas de pie. El padre de Andrés era un crío, como ella. Desapareció cuando se enteró que Gloria estaba embarazada.

Hace cinco años que trabaja como asistenta en casa del matrimonio Garrido. Una pareja encantadora con dos hijos, Maya, divorciada, con un pequeño de cinco años, y Alberto, un soltero de lujo del que Gloria está profundamente enamorada. Una vez Gloria tuvo una lipotimia mientras trabajaba y él se ocupó de acompañarla a casa en su coche y estuvo más de dos horas al cuidado de su hija pequeña hasta que se recuperó totalmente.

Alberto es arquitecto, tiene un estudio en Barcelona. En más de una ocasión, con el pretexto de finalizar algún trabajo pendiente en el estudio, se ha ofrecido a acompañar a Gloria cuando ésta acababa su trabajo, a lo que ella aceptaba muy gustosamente, pues el desplazamiento hasta su casa no era cosa fácil. Cada mañana tenía que salir muy temprano para coger el tren hasta el pueblo y desde la estación, treinta minutos a pie por una carretera comarcal.

Son las seis de la tarde. Por hoy ha finalizado su jornada laboral. Esta tan cansada que tiene dificultad hasta para caminar. Entonces recuerda que no ha probado bocado en todo el día.
- Estos nervios van a acabar con mi estómago – murmura mientras se quita el delantal y lo coloca en el perchero de la cocina.

Iba de camino hacia la estación cuando a lo lejos vio el coche de Alberto. ¡Dios, como le latía el corazón cada vez que lo veía! Enseguida se percató de que iba disminuyendo la velocidad, hasta que finalmente frenó a la altura de Gloria.
- Sube, te acompaño a la estación. A ver cuando te sacas el carnet de conducir –le dijo Alberto sonriendo mientras le abría la puerta.
- En eso estaba pensando. Mañana mismo me apunto –respondió con sentido del humor al mismo tiempo que subía al coche. Gracias, me viene muy bien que me acompañes.

Con las prisas y los nervios, al intentar ponerse el cinturón de seguridad, se le cayó el bolso al suelo. Alberto reaccionó rápidamente e intentó cogerlo antes que ella. Sus manos se rozaron durante milésimas de segundo. Se encontraron sus miradas y notó cómo se encendieron sus mejillas.

Mientras la acompañaba a la estación, Gloria iba reflexionando, sentía vergüenza de sus pensamientos, de sus deseos. “El príncipe y la fregona” ese era el título de un cuento que le leía a su hija pequeña, y ese era el enunciado que tenían sus sueños.

Llegaron a la estación. Alberto paró el coche y la miró.
- No tengo nada más importante que hacer que acompañarte a casa.

Gloria todavía estaba en la mitad de sus reflexiones cuando le oyó. No se lo podía creer. Esta vez no le ha dicho que tiene trabajo en el estudio.
- Gracias, pero no es necesario –le soltó sin pensarlo dos veces, dejando ver un orgullo que nunca había perdido.

Entonces le miró a los ojos fijamente y se estremeció. Sintió como su piel se erizaba, cómo desaparecía su dolor de estómago, como se le olvidaban su nombre y apellidos. Percibió el resplandor del brillo perdido en sus ojos. Antes de que ella bajase del coche, Alberto la sujetó del brazo.
- Rectifico lo dicho. No es que no tenga nada más importante que hacer, es que tengo ganas de acompañarte. Es más, deseo acompañarte. Puedes compensarme con un plato de pasta con tomate, no me importa compartir mesa con tus hijos…

Gloria lo pensó unos instantes. Cerró la puerta y le miró.
- Vamos –le dijo sonriendo.

Van camino de Barcelona. Gloria abre la ventanilla del coche y se deja acariciar por el viento. Alberto acelera, mientras los pensamientos de Gloria sobrepasan el límite de velocidad, dejando oír su propia voz.
- Al diablo con todo. Hoy quiero ser feliz.

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9 comentarios:

J.E. Alamo dijo...

Y es que nunca hay que perder la fe y dejar de estar atento a lo que trae el "río", que no siempre va a ser agua sucia.

milagros dijo...

Desgraciadamente hay muchas "cenicientas" y pocas terminan como en el relato, pero tienes razón no hay que perder nunca la ilusión ni la esperanza.
Un saludo.

blog familia gomez de rivera dijo...

Me encanta como escribes... "sus pensamientos superaron el límite de velocidad permitido..." (o algo así). Un detalle, sólo, dices que trabaja en casa de una familia con dos hijos, pero luego sólo hablas de una niña...

milagros dijo...

Hola María.
Bueno, la pareja Garrido tiene dos hijos adultos, uno de ellos es su enamorado y la otra es Maya, que a su vez tiene un pequeño.
Este es el relato que pidieron en el aula como plagio creativo de La Cenicienta, o al menos eso pretende ser.
Un beso

Io dijo...

¡Qué relato más gratificante!

Me gusta más que La Cenicienta, porque creo que si en el cuento hubiese tenido tres hijos el Príncipe habría salido corriendo.

Lo que más me ha gustado del relato ha sido ese "Hoy quiero ser feliz". Deberíamos centrarnos en esos instantes de felicidad cotidiana en vez de llorar por el pasado o angustiarnos por el futuro.

Enhorabuena!

Y gracias por tu encantadora visita.

Besos!!!

milagros dijo...

Io: encantada de verte por aquí.

No se me había ocurrido lo de los tres hijos y el Príncipe, jaja, tienes razón.

Estoy de acuerdo contigo. Hay que vivir el momento y aprovechar la ocasión para disfrutar y ser feliz.

Un abrazo

Miguelo dijo...

una historia muy bien descrita. escribes muy bien

milagros dijo...

Muchas gracias, Miguelo. Estoy en ello, cada día se aprende un poco más. Lo importante es poder expresarte, ir encontrando tu propio estilo.
Un saludo

siete-mares dijo...

Qué suerte tiene Gloria...!!! Me encanta que se deje llevar y quiera ser feliz.