viernes, 12 de diciembre de 2008

El sobre


El sobre


Entró en su portal jadeando. Mientras controlaba sus pulsaciones después de la sesión diaria de footing, alguien le rozó ligeramente el brazo. Levantó la cabeza al mismo tiempo que miraba su reloj, pero no vio a nadie. Las puertas del ascensor estaban todavía abiertas y decidió aprovechar para no subir por las escaleras.

Salió del ascensor y enseguida se percató de un sobre blanco de papel reciclado que asomaba debajo de su puerta. Lo abrió inmediatamente y después de pocos segundos su rostro cambió de color.

“Tenemos a su marido. Espere nuestras instrucciones. Si contacta con la policía, lo mataremos”.

Se quedó paralizada. Durante los siguientes incontables minutos permaneció de pie en el umbral de la puerta con el sobre en una mano y las llaves en la otra. A todo el sudor que bañaba su cuerpo se le añadió una sensación de perplejidad y angustia.

El avión de Luis tenía prevista su llegada a las seis de la mañana. Ella había verificado antes de salir de casa que su móvil estaba apagado y dejó un mensaje en el buzón de voz - Cariño, veo que vienes con retraso. Salgo a hacer footing. Llámame cuando llegues –

Se dirigió rápidamente a la cocina, hurgó dentro de su bolso y empezaron a volar todos los objetos que en él había, la agenda, la funda de las gafas, el monedero, el cepillo, los guantes…Por fin el maldito móvil. Con las manos temblorosas remarcó el número de su marido. Otra vez el odioso buzón de voz – llámame inmediatamente cuando oigas este mensaje – Lanzó el teléfono bruscamente sobre la mesa como si le quemara entre las manos.

- Vamos a ver, Mónica –se dijo en voz alta viendo que comenzaba a perder los papeles– Debes estar soñando. Lo mejor es que antes que te despiertes te metas en la ducha, porque apestas a sudor –continuó bajando el tono- y seguro que antes de terminar habrás salido de esta pesadilla.

Rescató su móvil y se dirigió al cuarto de baño cerrándose por dentro. Estaba duchándose cuando le pareció oír el timbre de la puerta. Cerró el grifo y prestó atención. Volvió a sonar el timbre. Sin terminar de aclarar su cuerpo, cogió la toalla y se envolvió en ella. Corrió hasta la puerta y echó un vistazo por la mirilla. - ¿Ahora qué quiere ésta? –pensó al ver a su vecina del rellano- y decidió no abrir la puerta.

A medida que iba pasando el tiempo y constatando que no se trataba de un sueño, luchaba para controlar los nervios porque sabía que en multitud de ocasiones se había dejado perder por ellos.

Caminaba de un lado a otro de la casa como un alma en pena. Miraba una y otra vez el teléfono por si había perdido el oído con el disgusto, se dirigía una y otra vez al frigorífico a picar de aquí y de allá, volvía a mirar su móvil.

Otra vez el timbre. Ya no podía más. Vamos, abre la puerta como si no sucediese nada –se dijo agobiada-
- Buenos días, señora Matilde. ¿no habrá sido usted que ha llamado antes? Estaba en la ducha y no he…
- Calle, calle. ¿no sabe la última? –dijo la vecina con aire de chafardera- acaba de venir la policía a la casa del joyero. Por lo visto han encontrado al pobre Adolfo maniatado dentro de una furgoneta. Lo habían secuestrado…

Llegado a este punto, Mónica ya no escuchaba a su vecina. Se estaba mareando. De pronto suena el teléfono. Dejó a la vecina con la palabra en la boca y salió corriendo a por él. Lo cogió sin ni siquiera comprobar quien llamaba.

- Cariño, ya he llegado. Hemos salido con una hora de retraso.


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