domingo, 7 de diciembre de 2008

Una lengua muy suelta



Una lengua muy suelta



Juro por la memoria de mi padre que le arrancaré esa lengua de serpiente, por chivato. Cuando salga de aquí será lo primero que haga, bueno lo segundo, porque primero me iré a comer una enorme pizza con una cerveza muy fría.

Hoy ha llegado el nuevo. Le he hecho coger la litera de arriba. Ya me he cansado de tanto subir y bajar. A éste no le voy a permitir que se pase ni un pelo. No le daré tanta confianza, que cada uno se meta en sus asuntos.

Me quedan tres meses para salir de aquí. Después de dieciocho años en esta maldita celda no me lo puedo creer. Me han dicho que todo ha cambiado mucho ahí fuera. He pensado que no me quedaré en la ciudad. Con toda la pasta que tengo escondida del último atraco, me buscare una churri, de las que no cobran por echar un polvo, una de esas decentes, y me largaré al campo. Se acabó. No volveré a ser un delincuente.

Lo tengo todo decidido. El otro día nos pasaron una película que me hizo pensar lo que quiero hacer con mi futuro. Iba de un tipo duro que acababa de salir de la cárcel y se fue a casa de sus viejos, en la montaña, apartado del mundo, cerca de un pueblo pequeño donde nadie le pedía explicaciones de lo que había hecho, y donde conoció a una mujer que estaba tremenda. Bueno, supongo que en las películas pasan esas cosas, que en la vida real no es lo mismo, pero me ha gustado la idea.

Este tío no para de llorar. Se llama Giovanni . Es italiano, aunque dice que su padre al que no conoció era de Santander. Es muy joven, creo que tiene veinticinco años. Dice que se enamoro de una española durante unas vacaciones en Granada y se trasladó a nuestro país para estar cerca de ella. Hace dos semanas apareció su cadáver en una playa de la costa alicantina y le han cargado el muerto.

Se ha pasado la noche llorando. Dice que él no la mató, que fue el hermano de la chica, que tenia celos de él. Está convencido de ello. Por lo visto la chica pertenecía a una de esas familias desestructuradas donde el padre era un alcohólico que maltrataba a la madre y a sus hijos.

Me ha pedido el teléfono de mi abogado para que le lleve el asunto. Le he dicho que mejor será que busque a otro, que el mío es un inútil que lo único que consiguió es que me pidieran veinte años por un atraco con homicidio. El robo reconozco que lo cometí yo pero yo no me cargué al guardia de seguridad, fue el “Pecas”, lástima que no esté para confirmarlo, le ayudé a morir, pero fue en un momento de debilidad.

Vaya, otra vez se me ha ido la lengua, será mejor que aprenda a controlarme.


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1 comentario:

blog familia gomez de rivera dijo...

Creo que has de seguir en esa línea socarrona. Éste me ha gustado especialmente, vaya mucho.
También me gustan tus pseudo-poemas-pensmientos. Has de explotar esas líneas.
Un beso